Bernardo de Gálvez, un héroe español en la guerra de la independencia norteamericana. El protagonista, Bernardo de Gálvez (1746-1786), había nacido en la malagueña Macharaviaya, en el seno de una encumbrada familia, la de los Gálvez, con una enorme influencia en la corte española, sobre todo en lo que a América se refiere. Este siguió el ejemplo de su padre y eligió la carrera militar, luchó contra los portugueses en la Guerra de los Siete años, contra los apaches como comandante en Nueva Vizcaya y por último fue nombrado gobernador de la Luisiana. En este periodo se lleva a cabo la hazaña por la que será recordado para la posteridad. El cuatro de julio de 1776 el Congreso Continental aprueba la Declaración de Independencia de las trece colonias del este norteamericano, aunque la guerra para tal objetivo ya se había iniciado. Francia y España se situaron del lado de los colonos con el fin de debilitar a la omnipotente Gran Bretaña y defender sus posesiones ultramarinas de dicha potencia.
En 1779 Bernardo de Gálvez se encuentra en Nueva Orleáns, ultimando los preparativos de una expedición que cambiaría el curso de la contienda, cuando recibe en secreto la noticia de que Inglaterra ha declarado oficialmente la Guerra a España, aunque los ingleses en América tardarán un tiempo en conocer la misma.
Gálvez, que había sido puesto al mando por mediación de su tío, aprovecha la ventaja sobre los ingleses y remata los detalles de la campaña. Su objetivo es expulsarlos del valle del Misisipi, cortando así sus comunicaciones fluviales. Primero toma los fuertes de Manchac, Baton Rouge y Natchez, pero los verdaderos objetivos son Mobila y Pensacola (San Carlos de Panzacola en esos momentos), capital de la Florida Occidental, y una amenaza constante para la Luisiana y el virreinato de Nueva España (principal fuente de ingresos de la América española).
28 de febrero de 1781, La Habana: una flota compuesta por treinta y dos buques de guerra más un considerable número de naves de transporte (fragatas, saetías, balandras, etc.) zarpan en formación de tres columnas hacia Panzacola. La expedición cuenta con unos tres mil doscientos hombres, de los cuales mil quinientos corresponden al ejército de refuerzo. Tras nueve días de viaje, la flota se sitúa frente a la isla de Santa Rosa, en cuyo extremo occidental se halla la entrada a la bahía de Panzacola, que consiste en un estrecho canal franqueado por una barra de arena (vid mapa inferior). El verdadero peligro se encuentra al otro lado del canal de entrada en la bahía, en el flanco izquierdo, sobre una elevación se encuentra la fortaleza de las Red Cliffs o Barrancas Coloradas, cuya batería de cañones es capaz de disparar proyectiles al otro lado del canal, y que por su situación en altura está fuera del alcance de las balas españolas. Dicha batería protege la entrada, incrementando el riesgo, ya que las naves han de pasar con éxito el estrecho canal, cercado por la barra, sin encallar.
Consigue hacer prisioneros a siete marineros ingleses, que tras ser interrogados le informan sobre las defensas de Panzacola: mil ochocientos hombres y sólo dos fragatas que defienden la bahía. Gálvez inicia la operación para penetrar en la bahía y manda una avanzadilla encabezada por el buque San Ramon, al mando del almirante José Calvo de Irazábal, pero el navío toca fondo y está a punto de varar. Tras este revés se desata un temporal que obliga a las naves a alejarse de la costa, dejando a la tropa que había desembarcado abandonada en Santa Rosa. Los retrasos exasperan a nuestro Comandante en Jefe, que insta a la flota a otro intento de acceder a la bahía, esta vez los comandantes subordinados, con José Calvo a la cabeza, se niegan a afrontar lo que definen como una “misión suicida abocada a la desgracia de la flota y de la nación”. En la correspondencia que mantiene con Gálvez, el almirante Calvo llega a calificar a su superior como malcriado, traidor y cobarde; declaraciones que sumadas a su deserción le obligaran a excusarse ante sus superiores. Gálvez está dispuesto a demostrar su valía y en perjuicio de la de sus irresolutos oficiales, en un arrebato de coraje, les envía el siguiente mensaje:
“Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con elGalveztown para quitarle el miedo”.
Gálvez gana Panzacola
Cuando sube al bergantín Galveztown se reproduce un ritual para que toda la expedición y el enemigo expectante sepan quién va embarcado: suenan las cornetas y se disparan quince cañonazos señalando su rango. El general se sube a la toldilla (parte más alta de la nave) y enarbola el gallardete para ser totalmente visible; seguido de una balandra y dos lanchas cañoneras, y bajo el fuego de la batería de las Barrancas, cruza sin perjuicio para su nave ni para su retaguardia. Las demás naves siguen el audaz ejemplo de su general y entran en la bahía, superando sin bajas la lluvia de balas procedente de las Barrancas. La flota se encuentra ahora íntegra y a salvo en la bahía. Gálvez se ha enfrentado a vicisitudes atmosféricas, a sus superiores y subordinados, a las dificultades del terreno y a su propio destino, apostando el éxito de la expedición a una jugada, y con todos en contra ha triunfado, y su desdicha se va a tornar en la mayor ventura.
Comienza ahora el asalto de Panzacola, y con ello la correspondencia entre Gálvez y el jefe de la plaza John Campbell y el gobernador de la misma, Peter Chester, los cuales negocian un enfrentamiento en el que se respete la ciudad de Panzacola y a sus habitantes civiles, enfrentándose los contendientes por la toma de los fuertes que la defienden. Sin embargo, los ingleses incumplen lo pactado y queman las casas, haciendas y fábricas de la isla para evitar que los españoles las utilicen como cobijo en la campaña que va a desarrollarse. Gálvez recibe apoyo desde la Mobila y La Habana, e inicia una operación de sitio de los principales fuertes que custodian Panzacola. Las tropas de Gálvez suman ahora casi siete mil hombres, y la única esperanza de Panzacola es recibir refuerzos por mar. Pera para evitar tal apoyo, una escuadra española se mantiene en formación a la entrada de la bahía, por lo que sólo queda liquidar la campaña con las operaciones por tierra. La fortuna sonríe a los españoles, y en pleno asedio de uno de los principales fuertes, el de la Media Luna, una oportuna granada cae sobre el polvorín, que vuela por los aires. El daño es insalvable y los ingleses se rinden, entregando el fuerte principal (fuerte Jorge) a los españoles.
La importancia de la victoria
La expulsión de los ingleses de sus posiciones en el Golfo de México impulsó notablemente el vigor de las tropas de George Washington, que tras su victoria definitiva en Yorktown invita al propio Gálvez al desfile conmemorativo. Los españoles consiguieron la reconquista de la Florida que habían perdido veinte años antes. Lo que no fueron capaces de prever fue el nacimiento de una nación cuyo poder se tornaría pronto en una amenaza para sus antiguos co-beligerantes españoles. La singularidad de esta historia radica en que un personaje español ha sido tratado por la historiografía norteamericana como un héroe de la independencia, mientras en España su contribución ha tenido una valoración más discreta.
En esta entrada hemos querido resaltar la contribución de este gran estratega militar, que fue un héroe de la independencia de los Estados Unidos de América.